miércoles, 28 de noviembre de 2012

Soy Gonzalo y soy adicto a Madonna

Para el momento en que escribo esto, Madonna está dando su primer concierto en Colombia. Ya han pasado algunos días desde que pisó suelo mexicano, y ofreció dos conciertos prácticamente llenos en el Foro Sol de la capital, y si no hago mi relato, va a disminuir la emoción que todavía existe, y que me gustaría quedara plasmada por escrito.


Primero, hay que sentar los antecedentes, aunque much@s ya los conozcan. En 1989 me hice fan de Madonna. Tenía 13 años, y después de ver su película "Who's that girl" quedé prendado de ella. No es su mejor película, pero hubo algo, inexplicable que me hizo conectarme a ella. Días después, vi en "Siempre en domingo" el video de "Like a Prayer", y ahí ya fue inevitable. Un día después, a escondidas compré el disco, lo escuché con audífonos y nunca imaginé que en el 2012 la adoración por esas canciones me hicieran tatuarme su imagen en mi piel.

El resto es historia, he visto a Madonna en todas sus giras desde 1993, y no saben cómo lamento no haber estado en el Blonde Ambition, el que por mucho tiempo consideré su mejor tour. En el 93 en México fue el asombro; en el 2001 sufrí al máximo, pero disfruté aún más el Drowned World Tour en Miami; en el 2004, completamente enamorado disfruté de el Re-Invention Tour en Toronto, y el país repitió en el 2006 con el glorioso Confessions Tour; para dos años más tarde, volver a disfrutarla en el Sticky & Sweet en México, al lado de las "insufribles" estrellas del entretenimiento mexicano.


Para el 2012, era impensable no estar en el MDNA Tour, sin embargo la economía y las responsabilidades impedían viajar. Afortunadamente, México fue la opción anunciada, y como siempre, la histeria se apoderó de mí al momento de conseguir los boletos, que al menos, para la primera fecha, fueron para estar, por primera vez, en la fila más adelante del show.



Al saber del mentado "triángulo dorado", la tarea fue buscar maneras para estar dentro. Cuando me propusieron la idea de hacerme un tatuaje, la verdad no lo pensé mucho. No creí que fuera algo que hiciera, pero tampoco lo pensé mucho. Simplemente fui, y me lo hice, hace algunas semanas. El resultado fue el esperado, el viernes 23 de noviembre llegó a mi inbox un mensaje donde me confirmaban que había sido elegido para estar ahí, más cerca que nunca de la reina del pop… mi reina.


Hay todo tipo de fans. Los que la critican por respirar, los que nunca están conformes, los que presumen todo, los que se sienten expertos, los que aplauden todos y cada uno de sus pasos, los que la creen su redentora.


Yo me considero un fan extraño, tal vez mezcla de todos los anteriores, y tal vez completamente diferente. Por ella he hecho muchas cosas, incluso comportarme de una forma que no hago en la vida cotidiana. Sé que es muy importante para mí, pero no creo que mi vida dependa del fanatismo, o que incluso me interese enfrascarme en las constantes y recurrentes peleas para defender su relevancia o justificar mi gusto.


Su más reciente disco, como todos los de su carrera, significan algo para mí, me gusta, lo canto, lo disfruto, y lo tengo en "N" cantidad de versiones, nada más por el placer que me da acrecentar mi colección.


Toda esta introducción para llegar al pasado fin de semana, el del 24 y 25 de noviembre, el del cumpleaños de mi mamá que por esta ocasión cambié para estar con Madonna, más cerca que nunca posiblemente más consiente de todo lo que puedo disfrutarla.


El sábado fue un concierto genial. La gente estuvo entregada, ella aún más. El que no cante sus grandes éxitos, como muchos suelen quejarse, no es algo nuevo en ella. Lo que la señora hace es promover su más reciente disco, y vaya que las rolas del MDNA toman vida y crecen con la puesta en escena. Desde el impactante inicio de Girl Gone Wild, la violencia gráfica de Gang Bang, la potencia de Turn up the radio, la frescura de Give me all your luvin', el trance de I'm addicted, el estruendo de I don't give a, o el misticismo de I'm a sinner.





Y qué decir de los éxitos: Vogue, Express yourself, Open your heart, Like a prayer. Todas irónicas, todas llevadas a otro nivel, un espectáculo no sólo para los ojos, sino también para los sentidos.



Sí, me conmocioné con Hung up, al ver esas imágenes tan perturbadoras tan cerca de mí. Disfruté de la sensualidad de Like a virgin en una versión que sé, no le gusta a mucha gente, y no saben cómo agradecí escuchar Love spent en vivo. Se nota que a la señora le llega esa letra, y esa emoción que le pone, es indescriptible… por ese tipo de detalles, es que Madonna me ha tenido fiel durante tanto tiempo.



El punto no tan agradable fue el tipo de gente en el triángulo dorado el sábado, pues en pocas palabras no era fan, simplemente le tocó la suerte de estar ahí, presas de su emoción y cometiendo varias faltas de educación hacia quienes estábamos al cien emocionados por estar ahí. Al final, el show fue lo importante, y creo que valió la pena no haber visto nada del material que había salido antes de presenciarlo en vivo.


El domingo otra fue la historia. Desde el inicio comenzó el sufrimiento porque el "inteligente" equipo de Ocesa quería mandar al área VIP atrás de la fila general, porque resulta que los del triángulo dorado no éramos "platino".



Después de la carrera que no hizo más que demostrar que mi condición física está en el peor estado de toda mi vida, y de "apañar" lugar pegado a la valla de un lado de la pasarela, la sorpresa fue mayor al ver que la mismísima Madonna, en fachas totales estaba ensayando.



La espera fue larga, pero ya sabía que era necesaria para ver el espectáculo al que había invertido mucho, dinero, tiempo, emociones… para que se fuera en tan sólo dos horas.


El concierto del domingo no estuvo tan prendido, no fue tan emocionante, pero fue mejor. Eso me pasa siempre que repito los conciertos de Madonna, el segundo es mejor, pero la experiencia del primer es irrepetible.



En esta segunda oportunidad quise dejar registrado lo más posible de la experiencia, y no por pasarme tomando vídeos o fotos no lo vi con mis ojos. A estas alturas ya vamos perfeccionando el arte de tomar video con una mano, mientras la otra podía estar ocupado en el baile, las palmas, o las señas de aprobación.



En dos momentos sentí la emoción al máximo: durante Revolver, la segunda canción, Madonna pasó muy cerca, y sentí un contacto visual breve, pero conciso. Ese contacto se repitió al final en "Celebration", cuando ahí sí, sentí morir al ver a mi reina frente a mí, haciéndome un guiño. Lo mejor: está documentado en una foto y un video.
Me puedo pasar horas escribiendo, recordando, emocionándome… sin embargo creo que ya escribí mucho, y tengo también el audio completo del concierto para revivirlo una y otra vez.


No sé si alguien haya llegado al final de esta "reseña", pero en lo personal, me siento satisfecho y feliz, porque ciertamente creí haberle bajado muchas rayitas a mi fanatismo, y me he dado cuenta que para nada, sigo sintiendo la misma emoción que en 1989 cuando escuché por primera vez el disco Like a Prayer.


¿Ustedes son fan de alguien? No importa de quien, pero un consejo que les doy, por experiencia propia: disfrútenlo, vívanlo y háganlo. Se siente muy bien.
Gracias a Madonna por una magnífica puesta en escena, por seguir llegando a la gente, por mantenerte relevante y dando de qué hablar. Ya nos lo dijiste, y sí, yo también te quiero mucho.



PD. Si quieren ver más fotos y vídeos de mi experiencia en el MDNA, chequeen mi Facebook, estoy como Luis Gonzalo Puente o mi Twitter en @GonzoPuente