martes, 14 de agosto de 2007

DROWNED WORLD TOUR - LA GIRA DEL DESAHOGO

Algunas fechas se recuerdan una y otra vez. Aunque varias ocasiones pasan desapercibidas, hay momentos importantes que siempre se recordarán.

Yo tengo una relación especial con varias fecha, algunas de ellas relacionadas con mi máximo ídolo que para estas alturas ya se sabe que es Madonna.

En ocasiones anteriores, y pareciera que hasta por fechas se maneja, he contado algunas experiencias relacionadas con los momentos en los que he tenido la oportunidad de ver a Madonna en vivo. Hace dos meses escribí sobre la experiencia de Montreal, y hace uno la de Toronto.

Hoy, 14 de agosto, hace exactamente 6 años, fui uno de los casi 20 mil espectadores que vivió la energía del regreso de la reina del pop a los escenarios en su Drowned World Tour. Y aunque es la experiencia que más me ha costado trabajo, es una que recuerdo con mucho aprecio, gusto y emoción.

Después del cierre de su gira Girlie Show en 1993, en repetidas ocasiones se habló de la continuación de los espectáculos en vivo de Madonna. Así, en 1995, en plena promoción de su álbum Bedtime Stories, ella declaró estar 90% segura que habría una nueva gira, lo cual no sucedió.

Todavía peor, en 1998 y con el frenesí de Ray Of Light, el amor de sus seguidores y de la crítica, y varias canciones en los primeros lugares de popularidad, una gira era prácticamente inminente. De hecho, para promover su presentación en los premios Grammy de 1999, se indicaba también que esperáramos la gira de Madonna en el verano del último año del milenio.

Dicha serie de conciertos nunca sucedió, bajo el argumento de que la diva había preferido realizar la cinta The Next Best Thing, de la cual mejor no hablamos, porque no es precisamente la obra de arte que los seguidores hubiéramos esperado en lugar de una gira.

En el 2000, Madonna volvió una vez más a los cuernos de la luna con Music. Lo más sorprendente, es que a tan sólo un mes de haber dado a luz a su hijo Rocco, la mujer ya estaba realizando promoción en vivo de su disco, ya amenazaba una vez más con salir de gira.

Claro que nadie le creyó, hasta que a principios del 2001 se hizo oficial el anuncio del regreso de Madonna a los escenarios mundiales a través del Drowned World Tour.

Como en 1993 Madonna había visitado México, la lógica hacía pensar que de nueva cuenta la tendríamos en territorio nacional. Claro que la lógica no aplica en el caso de Madonna, y mientras pasaban las semanas, el anuncio de una visita a la nación azteca no surgía. Hasta el momento, el Drowned World Tour únicamente visitaría Estados Unidos y Europa.

Y efectivamente, el anuncio de nuevas fechas nunca llegó. Así que el sueño de volver a ver a Madonna en vivo se hacía cada vez más lejano.

Es entonces cuando entró a escena mi prima Ana. Ella después de casarse, emigró junto con su esposo a la ciudad de Fort Lauderdale, cerca de Miami en la Florida estadounidense. Justo a principios del 2001 vino de visita a la Ciudad de México, y lo primero que me comentó, fue el movimiento que ya se hacía sobre la visita de Madonna a su nueva morada.

Al analizar las posibilidades económicas para concretar ese viaje, y poder ver a Madonna en vivo nuevamente, la emoción aumentó. Existían todos los factores para realizar dicha travesía y lanzarme a la aventura para poder estar en frente de la intérprete de Ray Of Light.

Pocos días después, y a través de una agencia compré mi boleto, que incluía además de la entrada tan cotizada, una fiesta previa al concierto que prometía “sorpresas”. Al iniciar la venta normal, también conseguí boletos para la segunda fecha, así que ya incluso tenía mis boletos para disfrutar el espectáculo, además del hospedaje gratis y la posibilidad de costear mi viaje, gracias a un buen trabajo, en el cual llevaba más de dos años.

Sin embargo no todo fue miel sobre hojuelas, y fue precisamente a mediados de mayo cuando mi calvario inició. Lo único que no tenía para realizar el viaje era mi visa para entrar a Estados Unidos. El 15 de mayo del 2001 tenía mi cita para obtener dicho documento, y después de juntar todos mis papeles, de levantarme muy temprano y de arreglarme para no verme tan gato ante el cónsul, acudí a la cita.

Mi gran sorpresa fue que sin más explicación que “lea la explicación en esta hoja”, una cónsul con cara de pocos amigos me negó la visa. Claro la razón según era que no había podido explicar que mi interés no era hacer únicamente una visita al país del norte y por eso no podían extenderme la visa, claro, en ningún momento me dieron la oportunidad para hacer dicha “explicación”.

Totalmente contrariado, confundido, molesto y triste regresé al trabajo, y al ponerme en contacto con mis familiares de Florida, me aconsejaron sacar otra cita y volver a intentar. Así lo hice, y al valerme del trabajo para obtener una invitación para acudir a una convención en Estados Unidos durante las fechas del evento, acudí nuevamente a la embajada gringa en búsqueda de mi “certificación” para entrar al país del Tío Sam.

En esta segunda cita, a pesar que la nueva cónsul me barrió al decirme que tenía un sueldo muy bajo, me otorgó la visa para poder acudir a la conferencia de trabajo a la que me habían invitado. Mi emoción fue muy grande, pero se esfumó pronto al ver que el documento expedido por la embajada decía claramente que tenía acceso por conferencias a la ciudad de Los Angeles… en la costa opuesta a Florida.

Nuevamente el nervio, el estrés que me llevaron a soñar repetidamente el momento de llegar a Estados Unidos y ser regresado en pleno aeropuerto, me llevaron a buscar una cita más para obtener ahora sí, la mentada visa.

Esa tercer cita fue a menos de una semana del viaje planeado, nuevamente con los nervios de punta un tanto controlados acudí a la embajada y en esta ocasión me tocó un joven cónsul, quien después de pensarle mucho, me rechazó nuevamente la visa. Ingenuamente al preguntarle si todavía podía utilizar la visa obtenida anteriormente para Los Ángeles, él escribió una nota en dicha visa para revisar la parte de mi pasaporte donde tenía los dos sellos de rechazado y me dijo “bajo su propio riesgo”.

Si ya estaba muy mal, eso fue el acabóse. Sin embargo no por eso me rendí y decidí seguir adelante con el plan. El caso era que tenía la entrada a Los Angeles, y lo de menos era irme de Los Angeles a Florida.

Lo que no había tomado en cuenta era que el viaje de Los Angeles a Miami me salía casi en 20 mil pesitos, lo cual por muy bien que estuviera ya era exagerado. Con muy poca experiencia en Internet, esa fue mi salvación, ya que gracias a Yahoo viajes vi un vuelo con escalas de Los Angeles a Fort Lauderdale por nada más 2 mil pesos.

El sábado 11 de agosto del 2001 (exactamente 1 mes antes del relajo de las torres gemelas) salí del aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México hacia Los Angeles. El terror surgió a la llegada a Estados Unidos. Ahí, amablemente el cónsul del aeropuerto me recibió, checó mis papeles, y me preguntó la causa de la nota en mi visa. Yo confiadamente le contesté: “porque el cónsul me dijo que tenía que utilizar esta visa antes de obtener otra”. El acceso a Estados Unidos se dio sin problema, y ya en poco tiempo estaba en la ciudad de Los Angeles, sin embargo, la aventura apenas comenzaba.

La llegada a Los Angeles fue aproximadamente a las 10 de la mañana, el siguiente vuelo sería a Las Vegas y saldría alrededor de las 2 de la tarde. Después de volverme masa en pleno aeropuerto LAX, fui a comer una horrible hamburguesa, a comprarme un libro de Madonna para que me acompañara en el vuelo y de caminar de un lado a otro, acudí a la sala donde saldría el vuelo a la ciudad de los casinos.

Oh sorpresa, el vuelo se retrasó casi una hora, total que al llegar a Las Vegas, el siguiente vuelo que sería a Atlanta, ya se había ido. Yo con todo el miedo del mundo corrí hasta las oficinas de la aerolínea para preguntar qué procedía, y amablemente los encargados me dijeron que no había problema, que me iba en el siguiente vuelo a Atlanta, que saldría a la media noche… si había lugar.

Finalmente llegó el momento de la partida, y afortunadamente, a tan sólo unos minutos de despegar, dijeron mi nombre y pude llegar ya en la madrugada del domingo 12 a Atlanta. La siguiente parada ya era Fort Lauderdale, y únicamente había que cambiar de sala para el último transborde.

Alrededor de las 7 de la mañana ya estaba en Florida, feliz y contento por finalizar el viajecito, llegué en espera de Ana y su esposo… quienes apenas iban en camino. Mientras fui a buscar mi maleta, que con todo y las conexiones, retrasos y movimientos, se perdió.

Pero eso no importaba, ya estaba en la ciudad donde se presentaría Madonna, tenía mi semanota de vacaciones, dos conciertos a los que acudir, y muchos deseos de pasármela bien después del sufrimiento.

Todo esto también representaba un fuerte reto para mi. Después de terminar mis estudios universitarios y de estar trabajando en forma profesional, era una forma de demostrar mi crecimiento y mi llegada a la edad adulta.

El domingo de llegada, fui a comprar algo de ropa cómoda, pues había hecho el viaje bien formalito, luego a la iglesia a “dar gracias” y en la noche al cine, donde vi la maravillosa cinta “The Others”.

Ya en la noche, todavía me puse a ver en la televisión un especial de Madonna, a quien ya ansiaba ver con ansias.

A 6 años no recuerdo que sucedió el día antes del concierto, pero el martes 14, fecha en la que estaría enfrente de mi ídolo sigue en mi mente claramente.

En la mañana acompañé a Ana a su escuela, en la tarde cayó una mega tromba y después llegó Lee, amiga de mi prima, para llevarme a Shooters, lugar donde se llevaría a cabo la fiesta previa al concierto.

Parecía que toda la mala suerte que tuve antes para concretar el viaje terminó ese día, pues en la fiesta, la primera dedicada exclusivamente a Madonna, me gané una gorra, una playera, y el premio mayor de la noche. Una placa de cobre, con el logotipo de Madonna y Music grabado. No me la podía creer cuando mi nombre fue leído por la animadora del evento, casi temblando pasé por mi premio, como una especie de recompensa por lo que había pasado anteriormente.

Después del evento salimos al concierto. La hora ya se acercaba y al llegar a mi lugar me di cuenta que era la posición más cercana a mi ídolo, y que hasta este momento he estado.

Al empezar a salir humo del escenario, escuché los comentarios de “el concierto ya va a iniciar”, y efectivamente, en algunos segundos empezaba el espectáculo con Drowned World / Substitute For Love.

Las casi dos horas del concierto por el que había sufrido y pasado tantas experiencias pasaron volando. De la sección punk que cerró con Ray Of Light, mi canción favorita del momento, pasó a convertirse en Geisha e impresionar con todo el escenario cubierto con su vestido para interpretar Frozen.

De ahí llegó la parte vaquera, con Madonna montada en un toro mecánico para interpretar Human Nature, y la recreación de la canción del momento, Don’t Tell Me. You’ll See, la hermosa balada de su disco Something To Remember únicamente fue cantada en algunas ciudades, y a mi me tocó la fortuna de escucharla en vivo.

Finalmente, después de la fase Evita, Lo Que Siente La Mujer, interpretó La Isla Bonita, tal vez mi momento favorito de la velada, sobre todo por la versión acústica y la emoción en la interpretación de la Cicconne.



Holidy y Music fueron las dos últimas canciones. El público totalmente eufórico brincó, gritó y cantó hasta el cansancio. La espera había valido la pena, los esfuerzos, los nervios y dolores de cabeza también, la meta se cumplió y el sueño se volvió realidad.

Un día después, el 15 de agosto fue el segundo concierto, aunque el asiento estaba más lejos, al poder apreciar el espectáculo desde otro ángulo también fue genial. Incluso un cubano me pidió un tanto brusco que me sentara pues “no lo dejaba ver el show”. Este día me tocó la presencia del esposo de Madonna, Guy Richie en el escenario, para cantarle el happy birthday y partir su pastel de cumpleaños.



Así, muy feliz transcurrió la semana, que llegó a su fin el domingo por la mañana con mi regreso a México desde el aeropuerto de Miami.

La satisfacción de haber cumplido ese sueño, de haber salido airoso, pero sobre todo, de demostrar lo que soy capaz de hacer, es el tipo de sentimiento que me ha motivado a repetir la experiencia en dos ocasiones, y en estar dispuesto a pasar por lo mismo más adelante. No es que únicamente Madonna sea el motor, es el pretexto perfecto para hacerlo, pero va más allá, está más centrado en un deseo personal por avanzar y seguir creciendo.

En seis años han pasado muchas cosas, ha habido altibajos, pero creo que a final de cuentas, lo rescatable es el interés que nunca ha cambiado, por estar bien, por seguir esforzándome, por alcanzar la siguiente meta. Hoy es un día muy feliz tan sólo por recordar este momento, aquellas imágenes que se quedaron grabadas en mi mente y mi corazón y que me motivan a seguir siendo fiel a mi esencia y a seguir luchando, como diría Madonna, “esta es mi religión” (this is my religion).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Weeeey, casi me haces chillar de la emoción con tu historia!

Han pasado 6 años del concierto y 5 de que nos conocemos y me contasté esa historia en persona, no puedo creer como vuela el tiempo!

Muchas felicidades por ser tan decidido y valiente, es algo que siempre he admirado de ti! Un abrazo muy grande!